El guionista Jorge Guerricaechevarría no muestra ambiciones excesivas. En lugar de buscar la originalidad, se basa en clichés argumentales probados y desgastados. Finge tener algo que decirnos, mientras toma el camino de menor resistencia hacia el clímax. Utiliza metáforas transparentes, cuya claridad puede dejar ciego. Se supone que los muros del monasterio impiden que el terrible secreto salga a la luz, y la costumbre supuestamente suprime los deseos latentes del cuerpo. Puede que sea barato, pero da pereza.
El problema que suelo tener con las producciones españolas de Netflix es que se superponen demasiado entre género y compromiso social, por lo que no saben lo que realmente quieren ser. «La hermana Muerte» no es el caso. Los creadores se centran en el terror de principio a fin y le dan a la película la identidad del terror promedio. Por eso, al principio vemos breves crónicas de la época de la guerra, y luego nos olvidamos casi por completo de los temas sacados directamente del cine, para volver a ellos en el acto final. ¿Qué está pasando mientras tanto? Conocemos a la hermana Narcissa, quien recibió una revelación milagrosa a una edad temprana. Ahora planea educar a las niñas en un antiguo convento. Todo parece ir bien, pero durante la clase empieza a escuchar voces.
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